martes, 8 de mayo de 2007

Pequeños equívocos sin importancia

Tabucchi, Antonio (1985). Pequeños equívocos sin importancia. Barcelona: Anagrama.
Cómo van las cosas. Y qué las conduce. Una nimiedad.
77

- Seguro tú podrías escribir un libro como los de Tabucchi.
- ¿Cómo son esos libros?
- Pues un libro de los que no dicen nada importante pero que todo mundo lee.
- Claro. Cuando lo haga, serás el primero en saberlo.

¿Qué dice Tabucchi? Me lo he preguntado desde la primera vez que lo leí a los 17 años y sigo sin respuesta. Pues este libro lo leí a principios de año y la verdad, no lo recuerdo. Recuerdo una estación de tren que se me confunde con la calviniana de Si una noche de invierno un viajero... Recuerdo dos estrellas de cine, un probable asesino. Recuerdo a una mujer que quemó las obras que se publicarían como póstumas de su difunto marido, una ventana de hospital y a un pseudoescritor con un ego continental. Recuerdo tres amigos que terminaron siendo el delincuente, el juez y el periodista que cubría la nota.

Malentendidos, dudas, comprensiones tardías, inútiles lamentaciones, recuerdos tal vez engañosos, errores tontos e irremediables: las cosas fuera de lugar ejercen sobre mí una atracción irresistible, casi como si fuera una vocación [...].
P. 7.

Pequeños equívocos sin importancia es una serie de cuentos que no necesariamente tienen un desenlace. Más bien, su final es la inconclusión, y lo expresa bien el llamado Enigma, donde uno de los personajes explica que "La vida es una cita, sé que estoy diciendo una banalidad, Monsieur, sólo que nosotros nunca sabemos el cuándo, el quién, el cómo, el dónde". P. 31.

No es un libro para leerse solo o de corrido, sino más bien para paladearse; terminar un cuento y quedarse viendo el techo intentando descifrar cuál fue esa cuerda que tocó en nuestro espíritu como para que nuestra respiración resuene a la vez triste y melodiosa.

Tabucchi narra la cotidianidad de una manera terrorífica. Su letra tiene la capacidad de provocar en uno esa contrariedad como si de frente tuviéramos a un cínico desesperado:
"[...] dijo: quieren matarme. Lo dijo con la voz de esas mujeres que en la vida han bebido demasiado, han conocido demasiado, han amado demasiado, y por lo tanto están más allá de la mentira.
Enigma, p. 37.

"No trataba al viajero como un saqueador ávido de imágenes estereotipadas [...], sino como a un ser vagabundo e ilógico, disponible para el ocio y el error". Los trenes que van a Madrás, p. 116. Y eso es lo que hace Tabucchi: obligarnos a leer entre líneas de tanto no darnos las verdades. La narrativa del italiano es una constante pregunta, y una insinuada respuesta llena de desilusión.


Historia: Como mencionaba, son cuentitos. El leitmotif es, como él mismo indica, el error, la coincidencia, la confesión a destiempo y los castillos en el aire. Son como un saudade sus historias, porque tratan de lo no-vivido, de aquello que, oliéndose, está ausente.


Narrativa: Su ritmo es excelente, muy oral. No quiere ser el erudito de las palabras rebuscadas, sino, en mi lenguaje, el periodista del espíritu; el que busca, rebusca, desmenuza hasta que encuentra lo sublime y lo horrible todos revolcados, el que sin dar respuestas señala las preguntas. En la traducción -y es una lástima-, se pierde parte de su intención oral y algunas frases llegan a sonar acartonadas.


Personajes: Planos y metonímicos. Es decir, nos cuenta al hombre por su vestimenta, a la mujer por su fantasía, al viejo por su tono de voz. Y en un gesto, va una historia de vida.


Extensión: Agustito. Breve.

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